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Salud mental y experiencia empleado: cómo pasar del estigma al bienestar

Desde que el Dibu Martinez comentó que habla de los goles que le meten con su psicólogo, ese estigma se desvanece. ¿Cómo lo manejan en tu empresa? ¿Es esa conversación parte de tu #ComunicaciónInterna? Te invtamos a leer esta nota de Motiva Comunicación Interna.

Ya desde los orígenes remotos de nuestra civilización occidental, la Grecia antigua, tanto médicos como filósofos habían descubierto el vínculo entre salud mental y bienestar.

Hipócrates, Aristóteles y Galeno, por ejemplo, consideraban a los extremos de la melancolía y la manía alejados por igual de la posibilidad de la vida buena, es decir, de la felicidad.

Sin embargo, oscurecieron ese vínculo siglos de estigmatización de los problemas y dificultades de salud mental, tratados casi todos ellos como debilidades del carácter, como si sus causas fuesen morales y de los que, por lo tanto, solo uno mismo es responsable y, en consecuencia, a los que no se les debe proporcionar ni respuestas estructuradas, ni mucho menos globales.

Veinticinco siglos después de que Aristóteles se paseará por el ágora ateniense, la pandemia puso de nuevo sobre la mesa esta conexión y lo hizo de manera planetaria. Ahora, afortunadamente, buena parte de las organizaciones que conocemos buscan ofrecer respuestas estructurales y sistémicas para que la salud mental sea una parte indispensable de la experiencia empleado, para pasar del estigma al bienestar.

En efecto, las políticas de bienestar que tantas organizaciones están implementando son un modo de generar condiciones de trabajo que que promuevan la salud mental en sus colaboradores, además de la física e incluso también la emocional.

Sin embargo, que el COVID-19 haya dado tanta visibilidad al tema no significa que antes de marzo de 2020 su realidad no fuese ya preocupante.

Según los datos de la Organización Mundial de la Salud, para 2019 ya se estimaba que el 15% de los adultos en edad de trabajar padecía algún tipo de trastorno mental, y que ese mismo año se habían perdido 12.000 millones de días de trabajo en todo el mundo debido a la depresión y la ansiedad, 288.000 millones de horas laborales, lo que equivale a un costo de un billón de dólares en pérdidas de productividad. Y todo esto antes de la pandemia.

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En respuesta a ese escenario, en 2022 el Informe mundial sobre salud mundial: transformar la salud mental para todos, publicado por la OMS, destacó el lugar del trabajo como ejemplo clave, y un entorno en el que se necesitan medidas que transformen la situación de la salud mental, ideas que el organismo internacional concreta en sus Directrices de la OMS sobre salud mental en el trabajo y que detalla más todavía en el documento Health at work: policy brief, elaborado por la OMS y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), todo ello enmarcado en el Plan de acción integral sobre salud mental: 2013-2030.

Como se ve, el tema es objeto de un interés cada vez mayor en las agencias dependientes de Naciones Unidas, pero nada de toda esa preocupación puede sustituir a la de quienes están cerca de la experiencia empleado y les compete favorecerla creando condiciones que promuevan la salud mental.

Es muy difícil, por no decir imposible, que exista una experiencia empleado de bienestar, de la que en gran medida depende el engagement, si no se cuida y protege la salud mental de los colaboradores, si no se los contiene cuando se ve afectada, si no se los apoya para que participen en el trabajo en tanto sus problemas se lo permitan, y si no se les facilitan medidas y recursos de mejora ni tampoco políticas de reinserción laboral una vez que ya se han recuperado del proceso.

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Tres maneras de promover la salud mental y la experiencia empleado de bienestar

Para proteger y promover la salud mental en el trabajo y una experiencia empleado de bienestar pueden tenerse en cuenta los tres siguientes criterios.

1. Capacite a los líderes en el ámbito de la salud mental para que sean capaces de diagnosticar las situaciones que pueden afectar a las personas que integran sus equipos de trabajo y lleguen a poseer las competencias necesarias para gestionar esas situaciones de modo saludable.

2. Capacite a los colaboradores para que mejore el conocimiento de este ámbito y se reduzca la estigmatización respecto a los trastornos mentales en el trabajo.

3. Capacite también a esos mismos colaboradores para que desarrollen competencias de gestión del estrés y la ansiedad.

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Según el citado Informe de la OMS correspondiente a 2022, la depresión y la ansiedad aumentaron un 25% en el primer año de la pandemia, elevando así a casi 1.000 millones el número de personas que padece algún tipo de enfermedad mental, de las cuales 300 millones padece depresión, que es ya la principal causa de discapacidad en el mundo.

Con estas cifras el estigma es cada vez más incomprensible pues supone una condena a la vulnerabilidad humana. Las organizaciones internacionales y los Estados pueden hacer mucho al respecto para revertir esta situación, pero el escenario más propicio para la prevención y el cuidado de proximidad son las organizaciones en las que trabajamos.

Cambiar nuestra mirada sobre ese complejo mundo de la salud mental debe implicar también un cambio radical en nuestras miradas sobre el trabajo y, en especial, acerca de quienes lo desempeñan, las personas.

Solo así podremos aspirar razonablemente a tener algún éxito en la promoción de una experiencia empleado caracterizada por un bienestar integral, pues solo la verdadera y profunda comprensión, y solo el profundo y verdadero compromiso pueden vencer al prejuicio y al estigma, ya que nadie puede dedicarse a proteger y cuidar aquello que no comprende que necesita, merece y debe ser protegido y cuidado.

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