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Las métricas son Todo. El Caso Lafken (3ra parte)

Por Emiliano Lindemboim, jefe de Cultura y Talento en Grupo Lafken

En poco más de 1 año de lanzada la Red Social Interna del Grupo Lafken, entendimos que  teníamos que lograr una combinación de contenidos entre

 lo propio del negocio y lo social.

Con las propuestas que invitaban a los colaboradores a jugar, mezclarse y conocerse generamos una fuerte conexión entre los equipos y generamos fanáticos de Lafken conecta.

Estuvimos cerca de los usuarios para generar una cultura de respeto en los contenidos compartidos y el éxito salta a la vista:

 

De 271 usuarios, todos los días entran a la red un promedio de 170, 

con picos que superan los 200 ingresos, con una duración media

de sesión de tres minutos y medio y más de 80.000 páginas visitadas.

 

Esta interacción la medimos de manera cuantificable, precisa: las métricas nos revelan cuántos usuarios se conectan, cuántas páginas visitan y cuánto tiempo le dedican a cada contenido, por ejemplo; todo, segmentado por edad, sexo o según utilicen computadora, celular o tablet.

El desarrollo se basa en Google Analytics y respeta siempre la privacidad de cada persona; es anónimo, sin nombres ni direcciones de IP.

 

 

 

Por su parte, la red social interna mide las acciones públicas de los participantes: quiénes y cuánto comentan, likean o comparten y cuáles son los contenidos más activos. Estos indicadores nos permiten analizar el resultado de nuestras acciones y tomar mejores decisiones.

Para un área soft, las métricas son el GPS de las decisiones. Podemos corregirnos rápidamente, ser más eficientes en las propuestas y conocer las singularidades de los distintos públicos. Sin ellas, hoy tendríamos un menor nivel de participación y nuestra planificación sería poco sostenible.
Estos indicadores nos ayudaron a sumar a nuestros planes de gestión interna nuevos factores determinante: en qué momento compartimos la información con los equipos; qué canales y a través de qué dispositivo la gente consume contenido y se informa.

 

También pudimos identificar las áreas que, por su proceso operativo y sus tareas, están lejos del uso de la herramienta o bien su acceso es periódicamente bajo. A través de otros canales, los invitamos a pensar nuevas maneras de comunicarnos que se ajusten a su ritmo y dinámica de trabajo.

 

Liderando el cambio

Muchas empresas ya contaban con una red social corporativa en marzo de 2020; otras la adoptaron durante la pandemia y están transitando el camino digital; varias más están analizando incorporarla y nos consultan para proyectar un 2021 más y mejor comunicados. La diferencia la hacen los líderes, como siempre decimos. Cuando la dirección de la empresa es el motor de la acción y los jefes acompañan el cambio con participación, el proceso tiene un pie adentro del éxito.

 

Según nuestro estudio de ACACIA, el involucramiento de los líderes en nuevas herramientas de comunicación es repartido; las respuesta son parejas y requieren interpretación. Cuando los empleados son pocos (quinientos o menos), los colaboradores demandan más de sus jefes, ya que tal vez tengan uno solo; lo conocen más de cerca, la relación es más personal. Cuando la organización supera los mil empleados, la responsabilidad de los líderes se disuelve en la cantidad de jefes, gerentes y directores que puede llegar a tener; no sería raro que un colaborador tenga encima a un coordinador, un jefe, un gerente junior, un gerente senior, un director y un CEO: reparte su demanda de compromiso entre todos ellos.


Si bien ambos extremos son puntos para trabajar capacitando las habilidades soft de comunicación de nuestros líderes, el camino a seguir está ya andado por muchos: con la implementación de una red social interna, la solución es tangible, accesible y customizable.

Bien implementadas y gestionadas, las redes sociales internas son una excelente herramienta de comunicación: aportan transparencia, fluidez en la comunicación, globalidad, apertura, innovación, inmediatez y colaboración, y catalizan una cultura participativa y centrada en los colaboradores. El poder de la exactitud que brindan sus métricas le restituye el valor al mensaje bien diseñado. Con indicadores precisos podemos conocer de manera matemática el impacto de nuestras acciones, lo que nos permite llevar nuestra planificación a otro nivel, detallado y traspolable a un Excel. En otras palabras, habla el idioma de los CEO, que en última instancia es quien asigna los recursos para implementar los planes.

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